Y el cielo lloraba
El suave
sonido de la lluvia de Febrero me había despertado como una caricia tuya en mis
oídos, sin embargo al abrir los ojos con desilusión advertí que no
estabas. Como cada mañana abrí la
ventana para darme cuenta que las nubes oscuras se habían aferrado a las montañas.
Todo mi cielo estaba gris observando una vez más mi tristeza. No estabas, y así, como si fuera ayer, con una tacita de té, el olor a hierba y
tierra mojada, ese aire frio de cada mañana, y mi cielo gris, tu y siempre tú
estabas en cada gota de lluvia, en este momento en que dos tiempos opuestos habían encontrado para concebir aquella
utima lagrima.
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